Domingo por la tarde


Fragmento de una historia, que no tiene principio ni final.

Domingo

Sentada en mi cafetería favorita, a la sombra de un gran árbol del que ya no recuerdo el nombre, disfruto de mi segunda taza de café y de la brisa fresca, que me recuerda que el otoño finalmente está aquí. Es una tranquila tarde de domingo, de esas que deseas que no se acaben puesto que el ajetreo de la semana es un dolor de cabeza por el cual no quieres pasar y la vida es demasiado corta para no disfrutar de la paz que trae el fin de semana. Tomé mi taza entre las manos, complacida por el calor que emanaba de ella y le di un pequeño sorbo. A mi mente llegaron imágenes de manera automática y sin que tuviera ningún poder sobre ellas. Me llegó la imagen de él sentado en mi terraza saboreando el café que le preparé especialmente para la ocasión. Había aprendido a cultivar mis propios granos y la molerlos. Mi familia era agricultora por lo que se me hizo sumamente fácil, sin embargo, nunca me había sentido especialmente orgullosa de eso, hasta que le vi poner esa cara de gusto, al momento de probarlo.

–Es como si estuviera tomando un elixir… simplemente es magnífico. –me dijo con una sonrisa.

Y supe que no mentía, al igual que no mentía mi corazón al acelerarse y dejarme saber que ese pequeño vértigo en el estómago era la señal. Vaya, la señal. Sacudí la cabeza, pero las imágenes seguían en mi mente. No me dejaban en paz por más que quisiera concentrarme en lo que estaba a mi alrededor. El sonido de las aves, los rayos del sol que se colaban entre las ramas de los árboles, la brisa que cada vez se sentía más fría o la pareja que estaba una mesa más allá y se hacían mimos como dos adolescentes.

No. En mi cabeza solo estaba él y tenía que sacarlo. La única manera viable era escribir, así que hurgué entre mi bolso hasta encontrar el viejo cuaderno que siempre traía conmigo. Bueno, decir que era viejo es decir una vil mentira, la verdad es que llevaba conmigo apenas unas semanas, pero lo había deteriorado tanto, metiendo fotografías, fragmentos de periódicos, revistas o simplemente hojas al azar de cuando no podía encontrarlo, que mejor me valía decir que era viejo, así me ahorro la explicación que acabo de dar. Del cuaderno cayeron fotos que, para gracia del cosmos o del universo, eran fotos suyas que yo misma había hecho. Era un mal chiste para mí, no les miento. No obstante, con miedo a tener 7 años de mala suerte por ignorar lo que el universo me estaba arrojando, lo utilicé como un apoyo visual, aunque tenía sus facciones grabadas con fuego en mi memoria.

Mis dedos bailaron sobre el papel. Cuando se trataba de él, las palabras salían sin que supusieran un esfuerzo. Es como si estuviera en mi piel o más bien en mis venas y fuera la cosa más sencilla y natural de hacer. Mis dedos de movían ágiles y mi corazón se desbordaba con cada palabra. Era una sensación dolorosa y placentera. Él llegó para desordenar mi mundo, pero aquí en el papel mis sentimientos están en orden, porque son más que claros.

No sabía que estaba llorando hasta que escribí el punto final. Mis labios dolían por la presión que le hacían mis dientes y su fotografía quemaba en mis dedos. Solté todo el aire de mis pulmones y volví a escuchar los pájaros cantar, las personas conversar y sobre todo, pude notar unos intensos ojos azules que me miraban desde la mesa de al lado. Estaba sentado casi frente a mí, así que fue un poco vergonzoso limpiarme las lágrimas frente a un extraño.

–¿Es tu novio? –le escuché preguntar al extraño.

Sonreí de lado, eso me hizo mucha gracia.

–Es el amor de mi vida. –contesté.

–Vaya, ese chico tiene suerte.

–¿Suerte?

–Estabas ensimismada escribiendo. Era desgarrador incluso verte. No quiero ni siquiera imaginar lo que hay en esas páginas.

Me encogí de hombros.

–Solo sentimientos.

–Sentimientos que se sienten hasta aquí y no te conozco de nada.

Ambos sonreímos luego de su comentario. Yo cerré mi cuaderno y tomé mi taza de café, ya estaba fría así que levanté la mirada en busca de la camarera. El extraño lo hizo por mí, llamó a la chica y pidió uno para él y a continuación, me invitó otro cappuccino con canela y una rebanada de tarta. Se sentó junto a mi sin siquiera pedir permiso.

–Soy Adam. –dijo estrechando su mano.

–Y yo soy una persona a la que no le gusta hablar con extraños.

–Pero te acabo de decir que soy Adam. Además, solo quiero saber la historia.

–¿Disculpa?

–La historia de ese chico amor de tu vida. –señaló mi cuaderno. –Reconozco en ti a una mujer enamorada, sin embargo, en tus ojos hay tristeza.

Me sorprendí. Esto era simplemente lo más extraño y perturbador que me había pasado en la vida, sin embargo, no estaba asustada o molesta, estaba intrigada y fascinada por la manera en que se estaba dirigiendo a mi, con total seguridad y atrevimiento. Además, me había identificado y solo me bastó con mirarle los preciosos ojos azules, para saber cómo lo había hecho. Él era uno de nosotros. Adam también estaba triste.

Este es un fragmento de una historia fugaz que pasó por mi cabeza. No tiene principio, pero en sus manos está escribir el final.

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Hola! Soy Leo, una bloguera de Santo Domingo. Amante al café y la música alternativa. Acá te comparto un pedacito de mi amor por la literatura. Espero que lo disfrutes.
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